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martes, 6 de noviembre de 2007

En los círculos del conocimiento científico, las etapas finales, específicamente las últimas dos décadas del siglo XX, desde el punto de vista de la p

En los círculos del conocimiento científico, las etapas finales, específicamente las últimas dos décadas del siglo XX, desde el punto de vista de la psiquiatría, pueden ser recordadas como "La Era del Neuropsicoanálisis" en reconocimiento a una amalgama de nuevos hallazgos que, confirmando las hipótesis freudianas, conmemorarían la deuda recíproca que existe entre las neurociencias y el psicoanálisis.



Apropiadamente, y como resultado de este auge en la percepción de las aplicaciones al entendimiento y cura de los trastornos psiquiátricos, una avalancha de libros, artículos y revistas científicas han aparecido, bajo la autoría de los intelectuales más destacados procedentes de las disciplinas más variadas pero que, en común, todas profesan un cometido al estudio y la aplicación de las neurociencias.

Notando qué poco se ha escrito para informar al gran público de estos avances de interés particular para el mismo, éste y los artículos que seguirán se proponen como una introducción a las ciencias del cerebro en sus aplicaciones al desarrollo emocional del ser humano y en cómo estos conocimientos se adaptan a las técnicas de la psicoterapia psicoanalítica moderna.


En el principio, era Freud…
Todo lo que hoy consideramos de interés para nuestras lucubraciones, tuvo su nacimiento en el famoso "Proyecto" que el Padre del Psicoanálisis concibiera, en medio de una tormenta emocional, para introducirnos en la noción de que el campo de la psicopatología necesitaba afianzarse en las ciencias neurológicas de entonces (porque, antes de ser psiquiatra, Freud se entrenó como el neurólogo que por la duración de su vida sería).

El Proyecto, como contribución, por muchos años languideció careciendo de valor, debido a que las técnicas para el estudio del cerebro durante el período en que se publicaran eran totalmente rudimentarias y poco sofisticadas. Mucho tiempo transcurrió antes de que los avances confirmatorios de las ideas de Freud nos alcanzaran durante las últimas etapas del siglo pasado, con el advenimiento de las técnicas de resonancias magnéticas, los descubrimientos de las localizaciones cerebrales y las técnicas de emisión de positrones.

La nueva Psicología Científica y el renacimiento del ego (self)
Cuando éramos neófitos en las ciencias de la mente nosotros, como tantos lo hicieran, nos formábamos y nos nutríamos profesionalmente dentro de los parámetros que nos suministraron el rigor científico de la Escuela de Washington University en Saint Louis y del Institute for the Psychoanalysis en Chicago. Crecimos montando el corcel del conocimiento, como si fuéramos a horcajadas, cabalgando como jinetes en tándem entre la psiquiatría "orgánica" y la puramente "psicodinámica", porque entre ambas tendencias no existía entonces área de proximidad o aun de diálogo que no fuera hostil. Situación que en sí negaría por mucho tiempo, como todavía para tantos lo hace, el hecho indisputable de que el cerebro es el órgano de la mente.

El cerebro como órgano es desde donde se originan la mente y sus estados complementarios. Éste es el axioma que define la neurociencia.

Un caso fortuito
Desde que Hanna Damasio describiera en detalle el caso de Phineas P. Gage (véanse mis artículos al respecto) un cambio paradigmático ocurriría que transformaría en su esencia y alcance todo el campo científico de la neurociencia en su totalidad y del neuropsicoanálisis en sus principios y metodologías.

El caso de Phineas P. Gage se transcribe en este espacio como fuese publicado en una revista que en tiempos pasados dirigiera.

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